Si observamos a un niño en el parque, en el campo, en el mar, etc., veremos que se fija en todo por pequeño o grande que sea. Observa esa pequeña hormiga que va cargada de comida para el invierno. Observa esa ola que viene desde dentro del mar y rompe en la orilla formando espuma, y se queda mirando como esas pequeñas pompas de espuma se van rompiendo, o, tal vez, se fija en el arco iris que se ve reflejado en las pompas al cubrirlas los rayos del sol.
O esa roca, que imagina que es un gigante, o tal vez un dragón, y contra más la mira, con más claridad ve a su personaje, o incluso ve que le está mirando y hasta le sonríe.
¿Por qué hemos dejado de observar con detenimiento? ¿De dejar que nuestra mente imagine y nos haga sentirnos el personaje principal de esa aventura?
Miramos, pero no vemos. Hemos dejado de apreciar.
Recuerdo hace años visitando una cueva en Mayorca, con mi hija de 5 años. Nos explicaron que las estalactitas, con el paso de los años, habían creado formas diferentes, como por ejemplo la cara de un perro, una bandera, etc.
Todos mirábamos y la mayoría veíamos una piedra que podía parecerse a algo. Entonces mi niña me dijo: "Es vedad, mamá, mira el perrito. ¡ Qué grande es !, y nos está mirando. Y al lado de él, está su amiguita, ¿No la ves? Es un poco más pequeña. Mira, están sonriendo.".
Yo miraba y simplemente sonreía, mientras ella seguía viendo en las rocas, árboles, animalitos, etc., hasta hadas y duendes. Ella era capaz de percibir la magia que la naturaleza había creado, mientras yo solo veía un lugar precioso lleno de estalactitas y estalacmitas, sin más.
Gracias a momentos como ese, me di cuenta de que había dejado de observar con el corazón, con la mente y simplemente miraba pero no veía.
Cuando vayas al campo, o simplemente pasees por tu ciudad o pueblo, permitete crear en tu interior un espacio para tí misma/o, un espacio de calma, sin prisas, es decir un momento de atención plena, y observar detenidamente todo lo que te rodea: los árboles, las estatuas si las hay, el color de los coches que pasan, o las hojas que hay en el suelo. Observarlo todo con tranquilidad, sin prisas. Puede costarte un poco al principio, pero según lo vayas practicando, irás volviendo a ver en ti a ese niño o niña que disfrutaba de todo lo que le rodeaba, y que disfrutaba de la magia de cada momento.
Tú puedes elegir si vivir esta vida apreciando, observando y disfrutando, o simplemente actuando de manera mecánica, pasando de estación en estación, sin mirar por la ventana, sin ver florecer los campos en primavera, sin disfrutar de los rayos del sol en verano, ni apreciar el color de las hojas de los árboles en el otoño, y sin dejar que tu corazón se llene del espíritu y la magia de la Navidad, con la misma inocencia con la que la veíamos hace tiempo.
Te ofrecemos varias vías para facilitarte el desarrollo de esta capacidad que tenías cuando tenías pocos años:
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